Evaluación
Educativa, su dimensión política. Acerca
del Operativo Nacional de Evaluación “Aprender 2016" Daniel HERRERA1
El Ministerio de Educación de la Nación
impulsa para el 18 y 19 de octubre un dispositivo de evaluación para los
estudiantes de tercer grado de primaria y segundo año de secundaria de tipo
“muestral” (sólo algunos cursos por escuela), y para los estudiantes de sexto
grado de primaria y quinto o sexto año de secundaria de tipo “censal”, todos
los y las estudiantes serán examinados. Este dispositivo se realizará con el
apoyo de los Ministerios provinciales, se describe hasta en videos
institucionales (CPE Neuquén) y plantea como objetivo el “saber dónde estamos”.
Se intentan establecer nuevas categorías
y funciones para docentes y directivos, a quienes se les asignan roles de “aplicadores
y veedores” respectivamente, es muy llamativa la descripción del procedimiento
evaluativo, cuyas guías tienen tiempos asignados para su resolución, la
necesidad de otorgar un “número de identificación” para cada estudiante según
listado que “debe adjuntarse” para garantizar “confiabilidad y válidez” al
dispositivo y responsabilizando al directivo-veedor de resguardar la
confidencialidad de los resultados.
Las organizaciones de trabajadoras y
trabajadores de la educación de todo el país y la CTERA en su último congreso
han rechazado este operativo de evaluación, no puede admitirse la violencia
simbólica que implica la imposición de significaciones, que intenta legitimar
un dispositivo que reconstruye la estructura de relaciones en las escuelas captando
representaciones, percepciones y vivencias de los protagonistas de las
prácticas educativas a través de pruebas estandarizadas y con cuestionarios
cerrados, es decir, estudiantes y educadores de manera descontextualizada no
pueden naturalizar una evaluación como actividad tecnológica neutral
(Popkewitz), evaluar es una actividad pedagógica con una dimensión política y
no puede admitirse que se intenten medir los resultados de aprendizajes para
establecer lo que Perrenoud denomina “jerarquía de excelencias”, esto es,
escuelas y estudiantes como imagen ideal de una práctica dominada a la
perfección, cumplida, auténtica, para generar el ranking de instituciones. Esto
implicaría abandonar y desconocer que la enseñanza es una práctica social y que
la evaluación es una valoración a partir de la descripción, la comprensión y la
explicación de la dinámica interna del enseñar y del aprender, que le
posibilita al educador la regulación crítica de la acción pedagógica, es decir,
la evaluación es una parte que posibilita re-pensar del proceso de enseñanza –
aprendizaje y posibilita superar la visión instrumentalista.
El gobierno de Cambiemos es fuertemente
conservador, en términos políticos, y en el ámbito educativo esta
característica es muy clara, los asuntos sociales tienen para ellos una mirada
restringida y utilitarista que podemos sintetizar en una visión tecnicista –
instrumentalista.
La
evaluación en el ámbito de la didáctica
Abordar los múltiples significados del
término “evaluación” exceden los límites de este trabajo, lo interesante para
desentrañar el operativo de evaluación “Aprender 2016” es, sin desconocer el
reduccionismo que esto implica, situarlo dentro de un modelo socio histórico
determinado, una concepción que considera su dimensión política. Podemos
plantear las evaluaciones educativas dentro de dos modelos didácticos: el
tecnicista y el contextualizado.
El modelo tecnicista – instrumentalista
surge con el desarrollo de las sociedades
industriales de occidente, donde el mejoramiento puede estar guiado por
expertos, con base científica y legitimadora de la actuación profesional. Son
los expertos los que establecen los instrumentos de evaluación, los exámenes
formales, los test que caracterizan las uniformidades estandarizadas, aquí no
se consideran la complejidad de los fenómenos sociales ni las
sobredeterminaciones, se establece un “referente construido de manera ideal”
sobre el que se cuantifican los resultados para poner en marcha los mecanismos
de selección y fabricar las “jerarquías de excelencia”. Los expertos, son los
especialistas de currículo que garantizan la objetividad y el rigor científico,
luego difundirán los resultados y reformaran las desviaciones.
El modelo contextualizado considera que la
práctica educativa se desarrolla en un proceso de construcción de conocimiento
en un contexto determinado, aquí la evaluación proporciona información que
permite desplegar diferentes estrategias de enseñanza a partir de comprender y
explicar el proceso de aprendizaje, implica una apertura conceptual de enfoques
metodológicos, éticos y políticos, recuperando el papel del docente que
resignifica las estrategias y la direccionalidad de la enseñanza en la
totalidad del proceso formativo.
El operativo de evaluación “Aprender 2016”
del gobierno de Cambiemos, es claramente conservador y asienta sus bases en el
modelo “tecnicista”. Al analizar este modelo y su implicancia en el sector
educativo de los Estados Unidos, Thomas Popkewitz plantea; la evaluación está
ligada a la visión particular de racionalidad y eficiencia inspirada en el
positivismo lógico. Esta concepción de evaluación se instaló con una doble finalidad: por
un lado, dar fe de la necesidad de ayuda federal, y por otro, compromiso de
autorenovación del gobierno y de los profesionales de las escuelas.
Los datos estadísticos recogidos en el marco
del Proyecto de Evaluación Nacional, sobre logros y carencias educativas,
facilitarían asignaciones presupuestarias. La evaluación se instaló como medio
de control y legitimación, con base científica racional y neutral de las
condiciones sociales, convirtiéndose en algo profético y dogmático, dejando de
ser las prácticas institucionales existentes problemáticas. Con esta concepción
de evaluación se crean términos para la clasificación del mérito, la
competencia, la patología o la autoridad de grupos e individuos, definiendo
implícitamente los intereses que han de favorecerse y los que deben
obstaculizarse. Todo este berenjenal genera implicancias políticas muy fuertes,
pues su objeto básico es determinar la responsabilidad comportamental, de
eficiencia y control en la organización de las escuelas.
Muchas
Organizaciones, Educadores y Estudiantes resistirán la aplicación del
dispositivo nacional de evaluación, no hay conocimiento sobre el contenido de
las guías de examen, sólo la certeza de una práctica descontextualizada y que
responde al modelo tecnicista instrumentalista. Sostenemos la necesidad de
reconocer el valor de la evaluación que centra la mirada en la comprensión de
los procesos de aprendizaje articulando desde allí su propuesta de enseñanza,
para que se garantice el derecho a aprender o, dicho en términos más
habituales, el derecho a la educación.
Neuquén, 12 de octubre de
2016.
Prof.
Daniel HERRERA
1.
Profesor y Licenciado en Ciencias de la
Educación – FACE – Universidad Nacional de Comahue. – Director del Centro
Provincial de Enseñanza Media N° 12 – Neuquén Capital.-