jueves, 13 de octubre de 2016

Evaluación Educativa, su dimensión política.                                                                     Acerca del Operativo Nacional de Evaluación “Aprender 2016"                                                                                                                                                                                                                                                                                                       Daniel HERRERA­­­­­­­1
 El Ministerio de Educación de la Nación impulsa para el 18 y 19 de octubre un dispositivo de evaluación para los estudiantes de tercer grado de primaria y segundo año de secundaria de tipo “muestral” (sólo algunos cursos por escuela), y para los estudiantes de sexto grado de primaria y quinto o sexto año de secundaria de tipo “censal”, todos los y las estudiantes serán examinados. Este dispositivo se realizará con el apoyo de los Ministerios provinciales, se describe hasta en videos institucionales (CPE Neuquén) y plantea como objetivo el “saber dónde estamos”. Se  intentan establecer nuevas categorías y funciones para docentes y directivos, a quienes se les asignan roles de “aplicadores y veedores” respectivamente, es muy llamativa la descripción del procedimiento evaluativo, cuyas guías tienen tiempos asignados para su resolución, la necesidad de otorgar un “número de identificación” para cada estudiante según listado que “debe adjuntarse” para garantizar “confiabilidad y válidez” al dispositivo y responsabilizando al directivo-veedor de resguardar la confidencialidad de los resultados.
  Las organizaciones de trabajadoras y trabajadores de la educación de todo el país y la CTERA en su último congreso han rechazado este operativo de evaluación, no puede admitirse la violencia simbólica que implica la imposición de significaciones, que intenta legitimar un dispositivo que reconstruye la estructura de relaciones en las escuelas captando representaciones, percepciones y vivencias de los protagonistas de las prácticas educativas a través de pruebas estandarizadas y con cuestionarios cerrados, es decir, estudiantes y educadores de manera descontextualizada no pueden naturalizar una evaluación como actividad tecnológica neutral (Popkewitz), evaluar es una actividad pedagógica con una dimensión política y no puede admitirse que se intenten medir los resultados de aprendizajes para establecer lo que Perrenoud denomina “jerarquía de excelencias”, esto es, escuelas y estudiantes como imagen ideal de una práctica dominada a la perfección, cumplida, auténtica, para generar el ranking de instituciones. Esto implicaría abandonar y desconocer que la enseñanza es una práctica social y que la evaluación es una valoración a partir de la descripción, la comprensión y la explicación de la dinámica interna del enseñar y del aprender, que le posibilita al educador la regulación crítica de la acción pedagógica, es decir, la evaluación es una parte que posibilita re-pensar del proceso de enseñanza – aprendizaje y posibilita superar la visión instrumentalista.
   El gobierno de Cambiemos es fuertemente conservador, en términos políticos, y en el ámbito educativo esta característica es muy clara, los asuntos sociales tienen para ellos una mirada restringida y utilitarista que podemos sintetizar en una visión tecnicista – instrumentalista.
La evaluación en el ámbito de la didáctica
  Abordar los múltiples significados del término “evaluación” exceden los límites de este trabajo, lo interesante para desentrañar el operativo de evaluación “Aprender 2016” es, sin desconocer el reduccionismo que esto implica, situarlo dentro de un modelo socio histórico determinado, una concepción que considera su dimensión política. Podemos plantear las evaluaciones educativas dentro de dos modelos didácticos: el tecnicista y el contextualizado.
   El modelo tecnicista – instrumentalista surge con el desarrollo de las sociedades  industriales de occidente, donde el mejoramiento puede estar guiado por expertos, con base científica y legitimadora de la actuación profesional. Son los expertos los que establecen los instrumentos de evaluación, los exámenes formales, los test que caracterizan las uniformidades estandarizadas, aquí no se consideran la complejidad de los fenómenos sociales ni las sobredeterminaciones, se establece un “referente construido de manera ideal” sobre el que se cuantifican los resultados para poner en marcha los mecanismos de selección y fabricar las “jerarquías de excelencia”. Los expertos, son los especialistas de currículo que garantizan la objetividad y el rigor científico, luego difundirán los resultados y reformaran las desviaciones.
   El modelo contextualizado considera que la práctica educativa se desarrolla en un proceso de construcción de conocimiento en un contexto determinado, aquí la evaluación proporciona información que permite desplegar diferentes estrategias de enseñanza a partir de comprender y explicar el proceso de aprendizaje, implica una apertura conceptual de enfoques metodológicos, éticos y políticos, recuperando el papel del docente que resignifica las estrategias y la direccionalidad de la enseñanza en la totalidad del proceso formativo.
  El operativo de evaluación “Aprender 2016” del gobierno de Cambiemos, es claramente conservador y asienta sus bases en el modelo “tecnicista”. Al analizar este modelo y su implicancia en el sector educativo de los Estados Unidos, Thomas Popkewitz plantea; la evaluación está ligada a la visión particular de racionalidad y eficiencia inspirada en el positivismo lógico. Esta concepción de evaluación se instaló con una doble finalidad: por un lado, dar fe de la necesidad de ayuda federal, y por otro, compromiso de autorenovación del gobierno y de los profesionales de las escuelas.
   Los datos estadísticos recogidos en el marco del Proyecto de Evaluación Nacional, sobre logros y carencias educativas, facilitarían asignaciones presupuestarias. La evaluación se instaló como medio de control y legitimación, con base científica racional y neutral de las condiciones sociales, convirtiéndose en algo profético y dogmático, dejando de ser las prácticas institucionales existentes problemáticas. Con esta concepción de evaluación se crean términos para la clasificación del mérito, la competencia, la patología o la autoridad de grupos e individuos, definiendo implícitamente los intereses que han de favorecerse y los que deben obstaculizarse. Todo este berenjenal genera implicancias políticas muy fuertes, pues su objeto básico es determinar la responsabilidad comportamental, de eficiencia y control en la organización de las escuelas.
   Muchas Organizaciones, Educadores y Estudiantes resistirán la aplicación del dispositivo nacional de evaluación, no hay conocimiento sobre el contenido de las guías de examen, sólo la certeza de una práctica descontextualizada y que responde al modelo tecnicista instrumentalista. Sostenemos la necesidad de reconocer el valor de la evaluación que centra la mirada en la comprensión de los procesos de aprendizaje articulando desde allí su propuesta de enseñanza, para que se garantice el derecho a aprender o, dicho en términos más habituales, el derecho a la educación.

Neuquén, 12 de octubre de 2016.
                                                                                Prof. Daniel HERRERA









1.     Profesor y Licenciado en Ciencias de la Educación – FACE – Universidad Nacional de Comahue. – Director del Centro Provincial de Enseñanza Media N° 12 – Neuquén Capital.-

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